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Sonográfica vs. Sonorodven ¿Dónde están los ídolos de esta generación?

Tras la ausencia de sellos disqueros en el país que promuevan y apoyen al talento nacional, muchos se preguntan por qué no ha nacido una nueva empresa que apueste e invierta en la proyección de un artista

Por Yarlis González

La industria del disco en Venezuela está marcada por las historias de Sonográfica y SonoRodven, dos empresas discográficas con alto poder económico, importantes aliados y personal altamente capacitado que, durante la década de los años ochenta y principios de los noventa, tuvieron el control de los artistas nacionales. Eran grandes vendedoras de discos, pero el bombardeo de la tecnología les quitó terreno con la piratería (duplicación y venta de copias no autorizadas de discos compactos). Ahora son añoradas por la nueva generación de cantantes, cuyo apoyo depende -en su mayoría- de una “producción independiente” ante la falta de un equipo comprometido, de inversión y alianzas comerciales que un sello sabe manejar.

Si revisamos un poco la historia, nos encontramos con el famoso formato analógico LP (Long Play) que tanto éxito le dio a los talentos de la época, hasta llegar al formato del disco compacto al que disqueras como SonoRodven no logró adecuarse. El primero, un disco de vinilo de gran tamaño de 30,5 centímetros de diámetro, registraba un máximo de unos 20-25 minutos de sonido por cada cara, mientras que los CD estándar tienen un diámetro de 12 centímetros y pueden almacenar hasta 80 minutos de audio. Esta ventaja se adueñó rápidamente del terreno musical.

La cara de SonoRodven

Nació como una importante empresa vinculada financieramente al Grupo Cisneros, dueño también de Venevisión. Inició sus actividades en 1980 como una subdisquera de Love Records y editó inicialmente compilados de temas exitosos a escala mundial, entre los cuales vale mencionar In Concert ‘80, Súper Salsa, Vuelo de Estrellas, Se botó la Salsa y Turbo Hits.

Su principal aliado fue K-Tel hasta 1982, y luego se sumaron sellos famosos como Warner Music, Virgin Records, Prelude, Sony Music, RCA, Chrysalis, Island, MCA, Hispavox, EMI y, posteriormente, Karen, Rmm, Melody y Universal Music. A la par, alcanzó un catálogo de artistas nacionales como Frank Quintero, Jorge Aguilar, Guillermo Dávila, Pablo Manavello, Melissa, Karina, Ricardo Montaner y Las Payasitas Nifu Nifa, entre otros talentosos músicos venezolanos que lograron un gran éxito comercial en esa época.

La “Reina del Rock”, la eterna Melissa, ha sido la única mujer en llenar el Poliedro de Caracas (1985). El disco más importante de su carrera se tituló Noches Sin Fin (1987).

Karina debutó a lo grande con Amor a Millón, el disco que la catapultó al estrellato en muchos países en Latinoamérica y uno de los más vendidos por SonoRodven. Fue producido por Rudy La Scala, quien también compuso la mayoría de los temas. Algunos de ellos fueron “Sé cómo duele”, “A quién”, “Y si se dice”, “Te adoro”, “Sálvame” y “Amor a millón”.

Por su lado, Frank Quintero se convirtió con Algo más que canciones (1989) en un clásico de la música pop con temas como “Química”, “La Chica de los ochenta”, “Sin querer evitarlo”, “Canción para ti”, “Palabras al viento”, “Baila conmigo” y “La Dama de la ciudad”, todo un compendio de temas inolvidables que lo llevaron a la cúspide de su carrera.

Ricardo Montaner se consolidó con su segundo LP, que incluía canciones como “Tan enamorados”, “A dónde va el amor” y “Qué le diré, qué me dirá”, disco que lo llevó a otras fronteras donde hoy es admirado por incontables seguidores, al igual que en Venezuela.

Sonográfica, otra cara de la historia musical venezolana

Esta empresa, vinculada en sus inicios al Grupo 1BC -propietarios también del canal de televisión RCTV y Radio Caracas Radio-, siempre estuvo alerta a los pasos que daba su contraparte. Pero fue a mediados de los años ochenta cuando comenzó a apoyar al talento nacional, a raíz de la salida del decreto presidencial popularmente conocido como “Ley Uno por Uno”, que obligaba a las emisoras de radio a transmitir una canción de talento nacional por cada canción de talento extranjero.

Así fue como surgieron Ilan Chester, Daiquirí, Franco De Vita y Yordano, entre otros artistas venezolanos.

Para entonces, Sonográfica sólo distribuía las producciones que salían de la productora Sonoindustrial y que a veces eran grabadas en su estudio Telearte. La empresa se alió con otros sellos como Palacio de la Música y Velvet —que fueron temporales- para impulsar a los artistas contratados por estas disqueras. Entre las compañías internacionales, logró acuerdos con Deutsche Gramophone, para la cual realizaba corte de acetato y mastering de cassette. Sonográfica hizo lo propio tanto para Venezuela como para el resto de Latinoamérica.

El cantautor Ricardo Montaner fue motivo de disputa legal entre ambas empresas, cuando en 1994 decide irse de SonoRodven por diferencias y acepta ser artista de Sonográfica. Ambos sellos mantuvieron una pugna durante 14 años por el catálogo de artistas que cada uno manejaba.

Aunque todo no fue color rosa durante la época de estas dos importantes discográficas, para estos artistas los aplausos del público tenían mayor peso en sus carreras, puesto que se hicieron sentir en grandes plazas gracias a las estrategias de promoción que manejaban las compañías. Sus voces fueron bendecidas y llevadas más allá de las fronteras venezolanas.

Un fin de época poco alentador para el talento nacional

En 1987, la industria disquera vendió más de quince millones de unidades, de las cuales más de la mitad fueron producto de las ventas de Sonográfica y Sonorodven. Actualmente, la cifra va en descenso debido a la devaluación, la piratería y los “acuerdos tras bastidores” que terminan quebrando los sueños de cualquier artista independiente.

Hoy en día, los sellos disqueros han descuidado la búsqueda de nuevos talentos. Dada la situación del artista nacional, por más nivel que tenga, si no suena no trasciende.

En la década de los noventa, SonoRodven cedió sus operaciones a PolyGram, que años más tarde pasó a ser Líderes, una comercializadora de discos que no logró levantar vuelo. Muchos artistas nacionales quedaron engavetados ante la falta de coordinación y planificación.

Por su lado, Sonográfica fue vendida a otro grupo económico debido a la declinación del negocio discográfico. Sin embargo, en la actualidad sobrevive a la crisis. Aún existe, pero está lejos de ser la empresa impulsora del talento nacional que fue en sus principios, pues el surgimiento de la piratería rápidamente conquistó terreno y no disfruta ahora del respaldo que le diera en sus inicios el Grupo 1BC.

Como consecuencia de estos cambios abruptos en la industria del disco en el país, la mayoría de los artistas se vio obligado a sostenerse por sí solos buscando apoyo de otros sellos internacionales, como lo hicieran Ricardo Montaner y Franco De Vita. Otros lo hicieron por cuenta propia, como fue el caso de Frank Quintero y Yordano, por citar un ejemplo.

A pesar de estos debacles, Venezuela no ha dejado de parir talentos, aunque muy pocos han sido los que logran proyectarse a otras fronteras, tal y como lo hicieron en su momento nuestros artistas de hace dos décadas.

En la actualidad, se espera que surja una industria discográfica venezolana comprometida y agresiva en captar, producir y dar a conocer el potencial que existe en el país. Vemos a jóvenes talentos como Mayré Martínez, ganadora de Latin American Idol, intentando consolidar su carrera; a un Reinaldo Álvarez que salió de Fama Sudor y Lágrimas apostándole al mercado musical; a un Hany Kauam queriendo volver con éxito, a un Euler que es un excelente músico y cantautor, aunque permaneciera engavetado en aquella época; a un Keiser con una voz prodigiosa; a un Román con un gran talento integral y a un Huáscar Barradas triunfando por méritos propios. Son muchos los nombres que citar, son los “ídolos de esta generación” que necesitan apoyo, promoción y publicidad.

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