domingo , abril 28 2024

Buena risa, buena pluma

Llegaron más tarde que los hombres, sí, como en casi todos los oficios, pero aquí están, Mara y Adriana, escribiendo para el buen reír de los venezolanos

Por Kaoru Yonekura

Mara Comerlati

Es un día tenso. Mara le va a Italia. “¿Quieres que nos veamos cuando termine el juego?”, pregunto. “No, yo sufro demasiado viéndolo”, respondió. Así que nos conocimos en el entretiempo de Alemania-Italia.

También conocí a Rumba: una de los tres cacris que conoce la buena suerte. Salvo sus orejas, es bastante simétrica: “¡Ay, mi amor, allí están los efectos del mestizaje!” y con este comentario apareció la primera risa de Mara: generosa y espontánea.

El humor, el buen humor, la lleva y la rige desde siempre: comiquitas en italiano, el pato Donald, autores ingleses, Mafalda, Fontanarrosa, Inodoro Pereyra y otros tantos libros que, sin proponérselo, se convirtieron en una colección. “El humor me gustó muchísimo desde antes de conocer a Pedro León. Tal vez por eso es que, a la final, me empaté con un humorista (ríe escandalosa). Y me casé con él (ríe incontrolable)”.

Fue en julio del 2007 cuando Mara comenzó a escribir en El libre pensador. Entonces supimos que la reportera también es humorista. Sí. Fue una casualidad, pero cinco años después sabemos que aquel texto sobre la Copa América no fue un mero “pegón”. Pedro León la obligó a seguir escribiendo y Mara se convirtió en la visión femenina de una página en la que prevalece el punto de vista masculino. “Siempre es un reto semanalmente. Uno tiene que darle vuelta a las cosas, porque el humor ¿qué es? No es ver las cosas como las ve todo el mundo, es verlas diferentes. Eso es lo que da risa. El humor es la chispa, es la ocurrencia, es la inteligencia. Oye, y cuando a uno se le ocurre una cosa bien buena es orgásmico”, dice, se ríe y se vuelve a reír.

La risa es un acto de fe en casa de los Zapata. Hasta Dorita y Tristán sonríen con sus colas, porque Mara no sabe de guardar chistes. Todos se los cuenta a Pedro León y juntos se desbaratan en risas: “Creo que ese amor por el humor y esa forma de ver la vida con humor nos ha mantenido juntos hasta el sol de hoy”.

Lo andado es bastante. Cuidadosa y perseverante, Mara sigue en lo suyo: “A mi me encanta reírme. Si igual nos vamos a morir (y vuelven las risas). Eso viene ‘impepinablemente’. Lo que podemos hacer es reírnos de la muerte mientras no nos afecte tan directamente. Nunca falta en esta casa, a Dios gracias, las risas, aún hoy en día. Nos reímos. Tratamos de reírnos lo más posible”. Y ahora más, porque esa tarde ganó Italia.

Adriana Villanueva

 Sus primeros recreos fueron sus primeros momentos de lectura intensiva, hasta que un día se le antojó hablar… y todos los niños rieron. Y aparecieron las primeras amiguitas del colegio; y le gustó ser su propia versión de un stand up comedy. Sólo que Adriana es tímida, no carcajea y sonríe poco, y poco le duró el show. Entonces, supo -menos mal- que lo suyo era escribir una larguísima lista de bochornos que incluye, entre otros, sus traumas con el impermeable que le encasquetaba su mamá hasta los amores de bachillerato.

Hoy conocemos todas esas memorias emocionales. Adriana se nos ha hecho cercana con todas sus “caraqueñerías”. Sus inicios en El Nacional y su blog son un paseo risible por la Caracas nefasta y su intimidad más genuina. Sabemos de las molestias que genera un palo de agua cuando se tiene una cita que no se puede perder, de las aventuras de sus hijos, de los sueños de su marido, de esa “catajarra de años” que siente una mujer cuando la llaman, por primera vez, “doñita”. Y nos hemos reído, “porque parte del humor es saberlo poner para que la gente se sienta identificada. Es lograr una empatía con el lector”.

Es que no es Adriana la protagonista de sus textos. Ella se asume observadora y narradora: “Se te van ocurriendo cosas que se van hilvanando y van a ser la peripecia y se van haciendo divertidas”.

Ha pasado el tiempo “y lo peor del paso del tiempo es que uno no lo siente”. Sus hijos han crecido, su esposo ha perdido el miedo de ser padre cuarentón de un bebé y Adriana no quiere encasillarse. Se ha ido alejando de esa “primera identidad como escritora” con “cosas sabrositas de leer” aun cuando se trataron de temas dificilísimos o serísimos. Ya se asume -y la asumimos- como escritora y no humorista ocasional: “Yo pensé que era humorista, pero no lo soy. Yo no planifico el humor. El humor sale. Yo no trato de hacer un chiste, a ver si esto es divertido, sino que, simplemente, está en mi estilo. A veces, no sale. A lo mejor, por eso, no soy humorista”, pero de la risa, sabe.

Y no es poca cosa. 

Revisa Tambíen

Guaco presenta ZigZag en plataforma digital

Con más de cinco décadas de éxito sostenido, Guaco sigue siendo sinónimo de movimiento y evolución, es …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *