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Alexis Romero y el zurdazo de la poesía

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Profesor, poeta, librero, editor, boxeador amateur en su infancia y testigo presencial de los orígenes de la salsa en Venezuela: Alexis Romero es una suma increíble de oficios y culturas. Conozca a un poeta cuya vida suena a poesía y parampampan

Por Rodrigo Blanco Calderón – Fotografía: Nestor Valecillos

Dice Roberto Bolaño que un poeta es alguien que, a diferencia del común de los hombres, puede vivirlo y soportarlo todo. La vida de Alexis Romero es una victoriosa confirmación de esta sentencia.

Alexis Romero nació en «un lugar de San Félix», estado Bolívar, en 1966.

Este lugar de nacimiento tiene, principalmente, dos nombres. Algunos lo llaman «Las Batallas», en recuerdo de la batalla de San Félix, protagonizada por el prócer Manuel Piar. Otros prefieren llamarlo «Loma Colorada», ya que en sus alrededores abunda el chaparro, árbol cuyas flores tiñen de rojo el paisaje. Las desafortunadas circunstancias de la delincuencia, la violencia y el narcotráfico han querido que en la actualidad ambos nombres se fusionen para resumir, literal y metafóricamente, la dura realidad (la batalla colorada) de un pueblo que ve morir a muchos de sus habitantes. Sus padres y sus hermanos aún viven allá y son ellos quienes le aconsejan no regresar por ahora. Sin embargo, en su conversación están muy presentes.

Hijo de un matrimonio «culí», es decir, de madre proveniente de la India y de padre trinitario, Alexis es el único varón entre seis hermanas. De niño, y hasta los 13 ó 14 años, lo conocían bajo el apodo de «El zurdo», por los zurdazos que, con más frecuencia de lo aconsejable, conectaba en las quijadas de los compañeros. La madre de Alexis, pescadora y criadora de gallinas, encomendó a las maestras la labor de educar a su muchacho. A pesar de las preocupaciones familiares, Alexis continuó peleando contra los contendores que los amigos del colegio le buscaban. Así, hasta que un día la señora Cruz, su madre, dio con la solución al problema: cada vez que el hijo protagonizara una pelea en la escuela, se le prohibiría la lectura de historietas.

De modo que Alexis Romero fue abandonando la vida de «boxeador amateur» cuando se dio cuenta de que se perdía episodios cruciales de los suplementos dominicales que más le apasionaban, como Kalimán, Tamacún, Juan sin miedo, Martín Valiente o Memín.

Era su padre, José Romero, quien le compraba a sus hijos las historietas que el periódico traía los fines de semana. Y fue él quien, al ver la fascinación de su hijo por la lectura, le regaló un ejemplar de Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Alexis recuerda con nitidez la lectura de esta novela y aún conserva aquel regalo de su padre como un símbolo entrañable de su entrada en el mundo de la literatura.

Alexis Romero es reconocido como una importante voz dentro de la poesía venezolana contemporánea. El pasado 18 de septiembre fue presentado su más reciente poemario, Demolición de los días, finalista de la última edición del Premio Anual Transgenérico que promueve la Fundación para la Cultura Urbana. Previamente, en 2000 obtuvo el Premio Internacional Bienal J.A. Ramos Sucre con el poemario Los tallos de los falsos equilibrios. No obstante, en medio de la conversación, Alexis reveló que tiene inéditas dos novelas. La segunda, en la cual se encuentra todavía trabajando, dice mucho de las singulares circunstancias de su propia vida. Se titula El baile de mi padre y se puede intuir que el relato se basa en la historia de su padre, José Romero, quien fue bailarín de La Dimensión Latina.

De hecho, la célebre frase que da inicio al éxito ?Parampampan?, (?De los negros de Caracas yo soy el negro más guapetón/ yo soy el más cumbanchero que se pasea por el malecón?), hace referencia, a modo de homenaje, a las dotes de bailarín de salsa del señor José Romero.

Alexis cuenta que su padre trabajó de chofer en la ruta La Guaira-Parque Central, donde también laboraba a principios de los años 60 un señor llamado Oscar De León. Quizás la novela de Alexis Romero narre las peripecias de este hombre que contribuyó de una manera casi anónima, pero decisiva, a la invención de la salsa en Venezuela.

Sin embargo, la vida de Alexis Romero ha seguido unos caminos muy distintos a los del baile y a los oficios que se ejercen en su entorno familiar. A partir de los 18 años comienza a desempeñarse como profesor de bachillerato, en el área de literatura. Después de realizar maestrías en Didáctica de las ciencias y en Filosofía de la práctica, impartirá también materias como matemática y física. En la actualidad, es profesor en la Universidad Católica Andrés Bello de Gerencia del conocimiento, una materia que busca proporcionar herramientas para que las personas generen un conocimiento ordenado de la profesión que ejercen cada día. Romero es un convencido de las virtudes de la docencia. Quizás en cada una de las clases que dicta, entre el numeroso rostro de los alumnos, encuentre su propia imagen en la infancia, cuando fue salvado de la violencia de su entorno gracias a la pasión por la lectura.

El mejor testimonio de esta pasión es el oficio que en estos momentos ocupa la mayor parte de su tiempo. Alexis Romero es, literalmente, alguien que vive rodeado de libros. Desde hace un par de años, es socio y gerente principal de la librería El templo interno, ubicada en el Centro Plaza, en Altamira. El nombre del local es apenas un recuerdo de la apuesta original de la librería por los libros de autoayuda. Ahora, gracias a la perspectiva profundamente literaria de Romero, El templo interno se ha convertido en una referencia indispensable para los lectores caraqueños, haciendo una magnífica dupla con la ya clásica librería Noctua, ubicada en el mismo centro comercial.

Por si esto fuera poco, Alexis Romero ha decido sumar a su ya larga lista de oficios, el de editor. En estos momentos se encuentra en el proceso de consolidar Clio & Afrodita Ediciones, una editorial orientada a la publicación de lo mejor y menos conocido de la poesía venezolana y de otros países.

Si bien de todos sus hermanos es el menos dotado para el baile de la salsa, Alexis Romero ha sabido encontrar un ritmo más silencioso y perdurable, que le brinda a sus gestos y a su conversación una calma cordial que luce imperturbable. Quizás ?El zurdo?, aturdido, todavía resiente el derechazo milagroso que recibió hace muchos años de la poesía.

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