viernes , abril 19 2024

Melodías para vivir

Unas son de cal y otras de arena. Hay música para volar y música para vivir. Ésta última es la que sale de los instrumentos de los productores de audio publicitario: músicos que en algún momento soñaron con llenar estadios, pero entendieron que más importante es llenar el estómago sin renunciar a la pasión de sus vidas

Por Alejandro Ramírez Morón — Fotografía: Néstor Valecillos

Si usted prende la televisión de su casa, y se detiene unos minutos en el segmento de publicidad, notará de inmediato que cualquier comercial que se precie de serlo, lleva su música de fondo. Al menos la mayoría la tiene. A menudo esa música pasa desapercibida, como cualquier cosa. Sin embargo, tras esos acordes hay historias de carne y hueso. La música de esos comerciales no se hace sola. Detrás de esos 30 segundos de melodías, late el corazón de músicos profesionales, que algún día soñaron con ser como Paul McCartney o Chick Corea, por solo citar dos genios.

Pero llegar a esos niveles estratosféricos no es soplar y hacer botella. De algo hay que vivir, como quien dice. Detrás de esos 30 segundos de melodías publicitarias se mueven los dedos de músicos que dieron con la fórmula mágica para hacer lo que les gusta y no morir en el intento. Son más inteligentes de lo que se pueda atisbar. Vivir de la música no es fácil, y si hay que hacer un poco de trampa al destino, pues nadie dice que no es válido.

La tarea es escarpada, en un mercado publicitario en el que los clientes quieren correr el menor riesgo posible; de ahí que amarren a los creativos a ideas de bajo vuelo. Por ende, el brief que recibe el músico también es una limitante. Sin embargo, en el camino se enderezan las cargas, y mejor morir de pie que vivir de rodillas. Los creadores de música para publicidad, al final del día, se la juegan. Todo sea por mantener sus vidas enraizadas en los acordes y sus mimados instrumentos. La mayoría de ellos tiene su válvula de escape. La misión es vivir de la música. No todos lo logran.

Pan nuestro de cada día

Pepe Pérez-Rivero, uno de los socios del estudio de grabación Sónica, se topó con la música a los 19 años. Ahora tiene 43 años y y relata cómo en su casa siempre privó la presencia de los acordes. En algún momento soñó con ser una estrella de rock, pero el tiempo se encargó de explicarle que faltaba más, que de algo hay que comer. Bajista excelso, estudió en la academia de música Ars Nova y luego viajó a los Estados Unidos, donde recibió clases particulares. Trabajó durante muchos años como productor, hasta que decidió lanzarse por cuenta propia. Tiene siete bajos y, en su estudio, un rincón para componer y jugar con los sonidos. Ahora se afana en aprender a tocar la batería electrónica. Pérez-Rivero comenta que no necesariamente un productor de música para comerciales tiene por qué pasarla mal. No se trata, como muchos imaginan, de fabricar acordes como si de salchichas se tratase. Se puede disfrutar del oficio, y a la vez ganar buen dinero, sin renunciar al arte o a la mística profesional.

De su lado, Eduardo Stanbury, otro de estos manufacturadores de música para publicidad, relata cómo se inició en el rol de asistente de producción, para pasar a ser productor, y, luego, dueño de su propio estudio, Fox Music. Stanbury remarca que el mercado tiene sus players fundamentales, entre los cuales no hay mayores envidias. Pero “entre los más jóvenes sí hay una guerra a muerte”.

No adaptarse

Javier Blanco, propietario del estudio Taurus, uno de los más sólidos del país, se inició en los conservatorios, y arruga el ceño cuando se le habla de jingles. Prefiere usar la denominación productor de audio publicitario y precisa que un jingle, por definición, es cantado. Otra cosa, cree que el nivel de la música para comerciales en Venezuela aún deja mucho que desear, y sostiene que su lucha consiste en no adaptarse a la mediocridad circundante, sino demostrar que se puede trabajar con criterio de excelencia.

Juan Ángel Esquivel, propietario del estudio Ezquisound, tiene 43 años, y se inicia 18 años atrás, trabajando como músico de sesión. Estudia, entre otros, con el maestro Gerry Weil, y opina que el oficio de productor musical para publicidad es 60% como hacer salchichas y 40% disfrutar de la creación. Está activo como ejecutante de jazz y posee 13 guitarras. Su preferida es una Fender Stratocaster. El negocio -se lleva una mano al pecho- sigue activo, pero nunca como antes. Echa de menos un poco más de margen para el arte. Por eso, declara que le gustaría trabajar haciendo música para largometrajes.

Desprofesionalizado

De su lado, el veterano Guillermo Carrasco, ampliamente conocido por su trabajo como cantautor, ya está bastante retirado del negocio de la música para publicidad, pero sigue haciendo algunas cosas. De 59 años de edad, comienza en la música a los 12 años, tomando entre sus manos un cuatro, como buen criollo. Su hogar también estuvo siempre muy vinculado a la música. Arranca con una banda de rock a los 13 años, y comienza su vida profesional, a los 20 años, cantando para otros artistas.

Carrasco aporta que el negocio se desprofesionalizó y, prácticamente, cualquiera hace hoy música para comerciales. Dice que el mercado es ahora más bastardo. Vislumbra que en Venezuela está por emerger algo nuevo, en cuanto al negocio que nos ocupa. Desliza que el trabajo para publicidad le ha permitido mantenerse a flote financieramente, y, por ende, ha dado lugar a que su rol como creador y cantautor pueda desenvolverse con naturalidad.

Pepe Pérez-Rivero descubre que la factoría de música para publicidad es una especie de mampara, tras la cual se esconde un músico que siempre supo que llegar a ser Mick Jagger no era cosa fácil. Javier Blanco explica que el medio a veces impone entregar trabajos con los que no se está del todo satisfecho. Mucha gente -precisa- le pregunta por qué no se embarca en un proyecto personal. La respuesta es sencilla: “no tengo tiempo”. Blanco establece que parte de su aporte es formar a nuevos productores en Taurus, si bien el riesgo no es otro que estar criando cuervos. Cita a Aldous Huxley: “Después del silencio, aquello que se acerca más a expresar lo inexpresable, es la música”, da por toda explicación de su anhelo de ver “más cariño, más respeto y más sensibilidad”, al momento de producir música para publicidad.

En fin, negocios son negocios. Como en todo, unos ganan y otros pierden. Esta vez, la lucha es por vivir de la música, sin llegar a viejo tocando en un bar de mala muerte. Definitivamente, no todo el mundo alcanza lo que Mick Jagger, pero se puede hacer un poquito de trampa.

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