viernes , marzo 29 2024

Luis Sojo triple

Es el único jugador con cinco títulos de bateo de la LBPV, cinco anillos de Serie Mundial, uno de los seis que supera la barrera de los 1000 incogibles. Pero este es el perfil de Luis Sojo sin bate ni bola: el petareño, papá y patrón.

Por Kaoru Yonekura

Luis Sojo ya tiene 47 años riendo sin “pichirrez”: cuando algo le parece divertido, cuando no quiere responder una pregunta, cuando no la entiende -o cuando no quiere entenderla-, cuando la responde con honestidad absoluta, cuando le provoca. Luis es pelotero de profesión y “reilón” por convicción. Habla de sí con la humildad de quien se equipara con las piedras. Es prudente en el trato, cuida sus palabras, no padece de “yaqueísmos” y se vacila esta conversa, al salir de una de sus prácticas en Tampa, en la que no se habló de béisbol.

Sencillo: el petareño

“Vengo de una barriada de Petare. Me crié en una familia que no tenía dinero, pero era millonaria en amor, que era lo que me podían dar para que yo fuera alguien, una persona de bien”. Sí, lo es. Luis no ríe cuando se asocia la palabra “ladrón” con él. No bromea: “Una vez le robé un bolívar a mi mamá y más nunca”.

Así que lo que tiene, lo tiene por fajao: un “cerro completo” de metras, tras pedir una prestada para jugar; unos helados Morochos y un chicle Papaúpa tras los 20 bolívares que recibió en la primera jornada de su primer empleo: repartir agua potable en Petare. Y tras la disciplina en el bateo de chapitas, cuartitos y pelotitas de papel con teipe, llegaron los dólares: “Cuando yo firmé, me dieron dos mil dólares. Recuerdo que los cambié y lo primero que hice fue cambiarle la casita a mi mamá. Le compré lavadora, una cocina. Me quedaron cinco mil bolívares y los gasté para comprarme ropa”. Y se quedó pelando… Y siguieron los contratos… Y cambió el anís por el whisky… Y sigue cenando Corn Flakes… Y Luis sonríe.

Llegó el 2000. La parranda del año cero reunió primo, bongo y timbal y se armó la guataca de la Orquesta de Luis Sojo desde Barquisimeto a Seattle, pasando por Caracas y Nueva York. Eso sí, “nunca me consideré un buen cantante”. Y esto no es falsa modestia. Por mucho que le pida que cante, no lo hace. Sólo ríe con el swing del Luis apenado. La orquesta es un divertimento: “No lo vi como un negocio para lucrarme, nunca me gustó mezclar las dos cosas. Yo soy pelotero. Ambas son disciplinas nocturnas y uno se agota físicamente”.

Al petareño, además del béisbol y el básquet, le apasiona la vida que quiere seguir riendo. Reza poco, pero con intensidad. Sus santos: papá, mamá, el Soberano, “que fue quien nos dio la vida”, y Andrés Galarraga, el santo de la sonrisa imperecedera. Así de sencillo.

Doble: el papá y esposo

“Somos una familia muy unida. Mi familia y la de mi esposa”. Al advertir la cotidianidad de los Sojo, la frase ya no parece tan predeterminada.

Los Sojo son cinco: Luis, Zuleima —su esposa desde hace 25 años-, Leslui —de 22 años, la mayor del matrimonio- y Liz —la bebé de tres años- viven en Tampa. Luigi, de 19 años, vive en Nueva York. Desde la aparición de los tres Sojo, los “me voy a comprar un carro, o una casa, o un apartamento” por antojo fueron desapareciendo. Y es que dos hijos adolescentes -uno de ellos en una ciudad costosísima y distante- más una bebé suponen gastos exorbitantes.

A estos living expenses hay que sumar que Luis se asume derrochador y malcriador en las complacencias familiares. Sus tres hijos son su prioridad y en ellos no escatima, como tampoco escatima en el resto de su familia: “Nunca me pidieron nada. Se pudieron aprovechar de mi situación, pero no fue así”. Finalmente, el redondeo: viajes a tierras criollas “una, dos y hasta tres veces al año” y un sin fin de souvenirs en cada uno de los viajes. Viajan los cinco, porque este es el lugar de encuentro, el país, el hogar y la eterna añoranza.

La clave de la buena administración es Zuleima. Es ella quien se encarga de los budgets de los Sojo: “Gracias a Dios ha sido una buena administradora”, no importa la moneda ni la ubicación geográfica, ella sabe de unir números y familia, mientras que Luis sabe de su fortuna. Y sonríe el doble.

Triple: el patrón

Luis no conoce de negocios, “todos son complicados” y “llega un momento en el que ya no te quedan muchos años para jugar y empiezas a invertir el dinero para que en un futuro puedas empezar a vivir de la renta”. Así que compró el equipo Guaros de Lara: la empresa que más tardó en emprender, la más arriesgada y la más placentera.

Su socio se encarga de las gestiones empresariales, mientras que Luis vela por los atletas, de sus atletas: “Yo me pongo en el lugar de los jugadores, de que estén bien, de que coman bien, de llegar a buenos hoteles. Los jugadores son los protagonistas”.

A su vez, y aunque no conoce de cifras, Luis precisa, sin dudarlo, los doce años de la fundación Luis Sojo, los 500 niños y las 100 personas a su amparo, los 5 estadios de béisbol, las 2 canchas múltiples, 2 de fútbol y 4 de tenis que están por hacerse. “Existe. La fundación Luis Sojo existe. Eso no lo estoy inventando yo. La hemos levantado haciendo torneo de fútbol, juego de básquet, subasta. Nos ha ido bien. Quizá no hemos tenido los patrocinantes necesarios, pero tampoco nos hemos quedado”. Y, con el entusiasmo que marca la más profunda de sus sonrisas, reflexiona: “Lo más importante de esto es que estamos apoyando al deporte, no al deporte donde nos hicimos estrellas o vivimos nuestros mejores momentos como atleta, estamos apoyando otro tipo de deporte y yo creo que es un mensaje que les estamos dando a los atletas: estamos creyendo en nuestro país”.

— Luis, ¿en qué ahorras? ¿Cuál es el próximo negocio? — No tengo nada que guardar, ninguno. Después de los Guaros, me quedé limpio. Agradecimientos: Iván Muro, Deportes El Nacional, Deportes El impulso. Disfrute de la experiencia del impreso en línea

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