miércoles , marzo 27 2024

Los vegetales perfectos de la mucuponia

Textos y fotos: Vanessa Rolfini

Producir hortalizas, legumbres y vegetales de calidad, frescos y libres de químicos, mediante la técnica de la hidroponía, ya es asunto de respeto. Pero adaptarlo a las condiciones geográficas andinas y no dejarse vencer por las limitaciones, ha dado como resultado lo que su creador ha denominado “la mucuponia”.

“Busco producir vegetales libres de patógenos, pesticidas, fertilizantes sintéticos y artificiales. Mi trabajo va a la fuente original, guiado por la filosofía de acercar la técnica de la agricultura a lo orgánico y a lo biodinámico”, expresa Orlando Garrido, quien desde la vía El Valle en el estado Mérida, lleva más de dos décadas en el oficio.

Entrar a las dos hectáreas techadas de los Productos Hidropónicos Garrido, es ingresar a un jardín fresco, verde, rebosante de vida, donde todas las hojas son comestibles. En algún momento se llega a dudar que tanta perfección sea natural, que de repente se cuele por allí una planta artificial. Pero no. Basta con tocar y oler para darse cuenta de las magníficas lechugas, hierbas aromáticas, legumbres y vegetales que allí crecen con el mayor cuidado.

Garrido es hijo de agricultores, afirma que su trabajo no es más que la adaptación de la tecnología a la realidad geográfica. Comenzó con la hidroponía, atraído por las ventajas de este método de cultivo, que le permitía planificación en la producción y mayor control de la siembra. Pero el ingenio y la necesidad lo llevaron a elaborar los líquidos necesarios para lograr con éxito su empresa, partiendo de productos naturales disponibles en la región, a fin de proporcionales a las plantas todos los nutrientes indispensables para su crecimiento. Entonces, surgió lo que él mismo ha denominado “la mucuponia”.

Hidroponía andina

La palabra “mucuponia” la conforman la raíz “mucu”, tomada de las lenguas de grupos indígenas de Mérida, que quiere decir “tierra sagrada de los antepasados”, lo que ha evolucionado hasta utilizarse en la región como un rasgo de identidad, referido a todo lo proveniente o nacido allí. En este caso, con holgura se podría traducir como método de cultivo nativo de los andes.

De la Fosforita extrae, en su laboratorio al aire libre, el fósforo, lo cual se repite con el barbasco y la menta de donde surge un insecticida. Del mataratón o piperita un fungicida, entre muchos otros líquidos que han sido motivo de asombro para investigadores y académicos, al punto que se está desarrollando un proyecto en conjunto con entes gubernamentales y universitarios.

Actualmente, realiza dos tipos de cultivos. Por una parte, están las hojas, principalmente lechugas que crecen brillantes y provocativas de varios tipos y colores, al punto que Garrido afirma que ha cultivado más de 200 tipos, incluidas las acelgas amarillas, rojas, blancas, fucsias y verdes. Este grupo también lo integran hierbas aromáticas como la albahaca, la menta y la hierbabuena que el agricultor deja crecer en el suelo como suerte de malezas, que él califica -entre risas- como “buenazas”, porque son sus aliadas para espantar insectos.

Por otra parte, obtiene hortalizas dignas de fotografía, entre las que destacan tomates, variedad de coles, pepinos y guisantes. Impresiona la perfección de cada vegetal, sano, fuerte y algo que es difícil de obviar, su penetrante fragancia.

Aliado de los restaurantes

Garrido asegura que su empresa no genera desechos, que todo se recicla. Es responsable desde las semillas, pasando por los nutrientes, insecticidas, medicinas, hasta los fertilizantes naturales. Asegura que toda su familia está involucrada en la empresa, a la que se dedica sin descanso y con un cuidado que conmueve.

Mientras señala con entusiasmo todos los cultivos, intercala relatos sobre sus planes, la ambición de expandirse, las limitaciones del trabajo, las ideas que brotan de su pasión y experiencia, el aula de clases que quiere construir en la mitad de su galpón que funcionará como centro piloto, dibuja con sus manos en el aire el plano del laboratorio que alguna vez será techado.

Asegura que no se da abasto, casi toda la producción termina en las cocinas de los restaurantes, porque los cocineros de la zona planifican con él lo que necesitan según el menú de la temporada, y escuchando sus requerimientos se ha visto animado a sembrar determinados tipos de vegetales.

“No hay nada más hermoso que comer un vegetal vivo, que ofrezca todo su sabor y olor y con la tranquilidad que será totalmente beneficioso para el cuerpo”, afirma con orgullo. Realmente, después de tocar, oler y degustar uno de sus productos, jamás se tendrá la misma opinión de lo que es una lechuga en óptimas condiciones, simplemente perfecta.

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