Ivan Loscher

La voz de la eterna juventud

por Carlos Armas – Fotografía: Nicolás Pineda

“En mis 40 años al aire, todos los momentos los recuerdo con cariño. Esta es una profesión que se ejerce por pasión y que nunca deja de ser divertida, porque cada época es distinta a la otra. Los tiempos son cambiantes y por eso el día a día no deja nunca de ser una aventura.”

“Mi primer día en la radio fue aterrador. Le tenía un miedo espantoso a los micrófonos y no me salía la voz.

Como al año y medio, me acuerdo que hubo un día en que salí de la cabina y, la que era mi novia en ese momento, me dijo: -‘¿No te da pena salir en la radio?’ Y yo, que ya me sentía súper sobrado, le dije: -‘No vale, para nada, ya le perdí el miedo”, y ella me respondió: -‘No, no por miedo, sino por lo mal que lo haces’ (risas).

Me puso los pies en la tierra. Después de eso, ella misma me enseñó a sentirme seguro y, cuando Caracas se acostaba a dormir a las 11 de la noche, salía yo al aire.”

“Algo que puede molestarme de mi trabajo es equivocarme. Pero equivocarse es parte del trabajo mismo, así que hay que asumirlo y listo.”

“Mi pesadilla, aún hoy, es que estoy listo para el programa y me falta algo para salir al aire. Hay días que no puedo dormir porque sueño que no tengo los micrófonos o los audífonos, o qué se yo. Por eso, cuando estoy al aire, tengo que tener siempre una pluma en la mano. No me pregunten por qué, pero es como mi salvavidas.”

“Hay una cosa muy divertida que me pasó en el 71. Estábamos al aire y tenía en el estudio a un pana que estaba tocando Escaleras al Cielo de Led Zepellin, en vivo. En plena canción, el pana se equivocó y dijo ‘coño e’ la madre’ al aire. ¡Groserías! ¡En el 71! Eso fue un desastre. Gracias a Dios creo que pasó desapercibido.”

“La radio para mí es una prolongación de la infancia. Todo es siempre como un juego. Es como un preescolar de gente grande. Un kindergarten con vozarrones.”