viernes , abril 19 2024

Geraldine Chaplin: «Nunca me canso de hablar de mi padre»

Tal vez Charlot no se imaginó que incluir a su hija en una de las escenas de Candilejas le marcaría el destino. A sus 67 años, con una larga y sólida carrera artística, a esta versátil actriz de ojos juguetones e inquietas manos, le encanta recordar, aunque crea que es muy vieja para seguir añorando cosas del pasado

Por Janina Pérez Arias — Trabajo Especial “Festival de Cine San Sebastián”

Cuando se acerca a la terraza del Hotel María Cristina de San Sebastián (España), lo primero que se divisa en la distancia son sus extraños zapatotes naranja. No se podía esperar menos de la hija de Charlot.

Ya de cerca, Geraldine Leigh Chaplin, nacida en 1944, en California, cautiva con su calidez y simpatía. “Eres venezolana, ¿no? Me encantaría visitar tu país”, lanza un deseo al final de este encuentro, en el marco del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, adonde llegó a representar Americano (de Mathieu Demy) y El Monje (dirigida por Dominik Moll).

El primer filme es un drama agridulce con pinceladas de humor; el segundo, un thriller que mantiene al espectador al borde de la butaca. En ambas la versatilidad de esta actriz de ojos juguetones y sonrisa contagiosa cobra vida.

Sus manos enfatizan cada frase; su rostro se transforma con cada expresión y mueca. La expresividad de Geraldine Chaplin parece ser infinita, tal como su repertorio de historias de la larga lista de filmes en los que ha participado, desde que abandonara el ballet en 1964.

La primogénita de Charles y Oona tampoco se lo piensa para contar algunas de las anécdotas familiares. No por nada suelta: “Nunca me canso de hablar de mi padre”.

– ¿Qué piensa cuando ve las películas que ha hecho?

– No es que me horrorice… (risas). A mí en realidad no me gusta repasar lo que he hecho. Tal vez me sienta avergonzada de algo. No estoy interesada en el pasado. Soy muy vieja para eso (risas).

– Ha dicho que siempre le dan los papeles de vieja loca…

– (risas) Y de hecho me siento muy, muy, muy vieja, como de 87. Hace unos pocos meses, cuando estuve de cumpleaños, me di cuenta de que cumplía solamente 67 años ¡Dios mío! (risas)

– ¿Cómo es su relación con la comedia?

– Me encanta porque implica dificultad. Creo que todos los seres humanos tenemos algo de ella por dentro. La comedia tiene que ver con la realidad, aunque requiera mucho esfuerzo para interpretarla en cuanto al ritmo y al timming. Mi padre siempre decía que la gente no se podría reír de un hombre mayor que se resbala en la calle al pisar una concha de banana; pero que si ese hombre mayor tiene cierta actitud, eso hace la diferencia. La comedia es un género muy sutil, muy frágil, y eso lo adoro, porque si el chiste no funciona, es bastante malo (risas). El drama, sin embargo, puede llegar a ser muy aburrido.

– Llama la atención que haya participado en muchas óperas prima ¿Por qué le gusta trabajar con directores primerizos?

– No lo he hecho porque quiera apoyar una primera producción; lo hago porque son realmente buenos. Juan Antonio Bayona es un ejemplo. La primera vez que lo vi, pude percibir que emanaba cine. Luego, cuando leí el guión de El Orfanato, todo me pareció perfecto. Una vez más tuve razón… Mira todo el éxito que tuvo con su película…

Me aburren esos filmes convencionales de Hollywood, y son precisamente esos jóvenes artistas los que me han hecho creer en el cine otra vez. ¡Son increíbles!

– ¿Qué tanto peso ha tenido su madre Oona [O?Neill, luego Chaplin] en su vida?

– Éramos muy cercanas. La extraño, de verdad… Me tuvo cuando tenía 18 años, así que no teníamos una gran diferencia de edad. Fue una gran madre; el gran amor de mi vida, de verdad… Era tan inteligente, brillante… Imagínate una muchachita de 17 años, que se casa con un hombre de 53 años… Si mi hija me dijera que se quiere casar con un hombre de esa edad, le diría: “¡¿Qué?!”(risas). Mi madre tenía mucho más sentido del humor que mi padre, por eso me encantaba. Respetaba mucho su opinión, y para mí era una mujer perfecta; era elegante, se vestía precioso, y que mente tenía…

– Siempre fue como la sombra de Charles Chaplin…

– Sí, pero a ella no le interesaba vivir una vida propia; a ella lo que le interesaba era mi padre. Ellos vivieron una verdadera historia de amor, y después de muchos años juntos, estaban aún enamorados, al punto de ser embarazoso (risas).

Y eso con tantos niños…

– Ah, sí, ocho hijos… ¡Dios mío! Sin embargo fue una madre extraordinaria. Cuando murió, yo estaba convencida de que yo era su hija favorita, pero luego nos dimos cuenta de que eso se lo había dicho a cada uno de nosotros, así que nos creímos que éramos “él o la predilecta” (risas) De eso nos enteramos conversando entre nosotros… Nos divertíamos mucho con ella.

– Hablando de la relación entre madre e hijos, ¿cómo reaccionó cuando su hija Oona le comunicó que quería ser también actriz?

– Bueno, lo único que le dije fue que si de verdad tiene mucha suerte, iría a 100 castings y la rechazarían 99 veces. Lo primero que debe aprender un artista es aceptar el rechazo. No dejarse herir, porque el instrumento de trabajo es, precisamente, la sensibilidad. Es muy duro encontrar un balance, sin embargo, a mi hija le está yendo bien en su carrera.

¿Se animaría a escribir historias o guiones?

– No. A veces como actriz me han pedido que colabore en el desarrollo de una historia, pero nunca lo he firmado como mío. De La Madriguera (1969, de Carlos Saura, con quien estuvo casada) fui co-guionista, pero no es una buena película…

– ¿Tampoco le gustaría dirigir?

– (Arruga la nariz). Me encanta mi trabajo, y no creo que sea buena directora. Adoro que me dirijan. Me gusta complacer a los directores. No me importa la forma de trabajo de los realizadores, porque me adapto a cada uno de ellos. A David Lean (trabajó con él en Doctor Shiwago, en 1965) no le gustaba hablar de los personajes fuera del plató de rodaje, porque no quería influenciar en los roles. A otros directores eso sí les gusta… Lo mejor es adaptarse al estilo de cada director, así sepas que estás cometiendo un error.

– ¿Ha sido difícil para usted demostrar que es más que un apellido, que tiene talento?

– No. Nunca tuve la sensación de que tenía que probarle nada a nadie. Yo adoro tener a Charles Chaplin como padre. Es mi héroe. Y saber que mi héroe es también mi padre, abre muchas puertas. Todo se me hace fácil, porque conozco el significado de eso. Cuando me pongo a pensar si alguna vez fue una desventaja, llegó a una sola conclusión: nunca lo ha sido, ni lo fue, ni lo será. ¡Nunca!

De hecho, el día más horrible de mi vida fue cuando mi hermano pequeño y yo estábamos en el jardín de nuestra casa en California, yo tenía siete y él cuatro años. Entonces pasó por la calle una mujer, y empezamos a cantar: “somos hijos de Charlie Chaplin, somos hijos de Charlie Chaplin…” Y la mujer se volteó a vernos con cara de “esos niños estúpidos”, y nos dijo en tono arrogante “¿Quién es ese?” (risas). Salimos corriendo, nos metimos debajo de la cama y empezamos a decirnos que tal vez era una mentira eso de que nuestro papá era el hombre más famoso en el mundo (risas). Ese fue el peor día de mi vida. ¡Todavía estoy en shock! (risas).

Reviva la experiencia del impreso online

Revisa Tambíen

Guaco presenta ZigZag en plataforma digital

Con más de cinco décadas de éxito sostenido, Guaco sigue siendo sinónimo de movimiento y evolución, es …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *