jueves , marzo 28 2024

El instante es lo que definitivamente marca el éxito en una fotografía

Ricardo Jiménez: Fotógrafo

Texto y foto: María Ángeles Octavio

Para Ricardo comenzar en la fotografía no fue sencillo, se la pasaba viendo revistas de fotografía, no tenía cámara, hasta que consiguió una oferta. “Recuerdo que era una Mamiya. La cámara venía con tres lentes y la compré. Me metí en un curso en Altamira. La escuela se llamaba Escuela Frías”. Tenía un amigo que trabajaba en cine y empezaron a hacer fotos fijas en las películas. “Me fui entusiasmando y decidí que quería ser fotógrafo, y me fui a Inglaterra a estudiar”.

Partió a la aventura sin saber dónde iba a caer, ni qué curso iba a hacer. Hablaba bastante inglés, sin embargo, empezó un cursito. Se inscribió en el consulado y allí le dijeron que había un muchacho en Londres que estaba estudiando fotografía. “Lo llamé, nos conocimos y mientras aplicaba para un colegio más prestigioso, Ricardo Gómez, el muchacho, me recomendó que hiciera un curso part time con un amigo para preparar un portafolio. Yo tenía uno, pero quería ampliarlo para presentarlo en estas otras escuelas”.

El curso fue con Mick Williamson. Hizo como seis mientras mandaba los papeles a otras escuelas. Lo aceptaron en Bournermouth and PooleCollege of Arts. Resultó una buena escuela, porque era muy libre. Tenía que desarrollar una serie de trabajos que apuntaran hacia lo comercial, pero podía abordarlo como quisiera. La creatividad era bienvenida. Luego la amistad con Ricardo Gómez siguió y comenzaron a trabajar con un fotógrafo que estaba muy de moda que se llamaba Bryan Griffin. “Tal vez el mejor retratista y mejor fotógrafo de Inglaterra en ese momento. Con él aprendimos muchísimo. Éramos sus asistentes. Su mayor enseñanza fue cómo resolver las fotos comercialmente. Él nos enseñó a resolver situaciones y a iluminar, era un gran iluminador. Tenía mucha creatividad. Siempre tenía una solución brillante”.

Siempre tuvo esas dos pasiones, la fotografía documental, que es su trabajo propio y la parte comercial que era de lo que iba a vivir. En su fotografía documental persigue la estética surrealista e inverosímil. Siempre busca la magia. “Las fotos que más me gustan son las intrigantes, las que cuestionan la realidad. Comienzas a tomar fotos y fotos, luego cuando las revisas y las escoges, te enteras de si se dio todo lo que estabas esperando, uno sospecha, porque uno encuadró la cámara, pero realmente no tienes ese dominio. Hay mucho azar, mucha suerte en esto de la fotografía”.

“Cuando hago retratos comerciales, hago muchas fotos, cambio las luces, las poses, las intencionalidades, la atmósfera, el lugar. Uno no conoce el carácter de una persona, entonces no puedes buscar reflejar la personalidad con el retrato. Trato a la persona como si fuera un objeto. Hay que hacerlo lucir bien, no importa cual sea su entorno. Es como si fuera un florero, lo iluminas, lo colocas en su mejor ángulo y tomas la foto. Si converso con él es por la situación social que se da, no para conocerlo más y poder hacerle un mejor retrato. Me olvido de que su personalidad pueda salir reflejada en mi foto. Yo dudo mucho esto porque todo el mundo anda siempre con una máscara”.

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