miércoles , marzo 27 2024

El 100 de Messi en la avalancha del Barsa

Era una extraña tarde de revancha en el Camp Nou. Un día de desquite, pues aquel rival andaluz venía de, cuatro días antes, eliminar al Barcelona en la Copa del Rey. No es el Barsa equipo que guarde rencores, pero su salida del torneo alterno dolió porque se trataba de continuar cosechando títulos y lauros, y el Sevilla no lo había dejado.

Lionel Messi, como siempre, estaba en plena racha goleadora. Destrozaba defensas, atormentaba rivales. Y tenía las ganas de siempre, las mismas que años atrás le habían  llevado de la mano de Carles Rexach -antiguo astro barcelonés- a las divisiones menores en busca de diversión y para pasar el tiempo mientras se trataba aquel problema de la pequeñez. Su padre, trabajador clase media baja, había oído de un médico y un tratamiento en la Ciudad Condal para las dificultades de Lionel para crecer, y entonces, gastando lo que tenía, vendiéndolo todo, dejó Buenos Aires solo en busca de un milagro científico que hiciera subir de talla al muchacho. Pasaron los años, y el milagro se dio…. a medias, porque Lionel solo llegó a medir 1,69.

Ya entonces tenía 22 años, seis meses y 22 días, el más joven en la historia blaugrana en conseguir el mágico 100. Otra vez estaba ahí el equipo sevillano, mire que las vueltas del calendario tienen sus caprichos, y Messi no tenía una idea clara de cuántos goles llevaba en el Barsa: 95, 98 ó 99 era lo mismo, le daba igual, porque para él el fútbol del Barcelona es fiesta. No pasa lo mismo con la selección argentina, donde sin Xavi Hernández y Andrés Iniesta, para él esto se transforma, como dice Eduardo Galeano, “del placer al deber”.

Dani Alves no come cuentos. Se desplaza por la ruta de la derecha como si aquel territorio fuera suyo, y lleva la pelota con propiedad. Mete un centro corto y llega, como la tromba catalana, Lionel Messi al encuentro con la bola. La domina, la doma, y mete el zurdazo que la envía al encuentro con su destino: la red. Celebra como lo hace con cualquier gol, aquella actitud parvularia, aquel gesto infantil con su sonrisa pequeña, y de inmediato el anunciador del estadio dice que ha sido el gol 100 de Lionel Messi con la camiseta blaugrana. Para él parece lo mismo, casi que da igual con tal de darle triunfos al equipo que lo acogió con el fervor del Mediterráneo (“Y que le voy a hacer, si yo, nací en el Mediterráneo”).

Desde aquellos días del campamento infantil, desde los primeros contactos barceloneses a los 13 años de edad, ha pasado una vida. Premios, reconocimientos como el mejor jugador del mundo, victorias del equipo y, sobre todo, 100 goles. 100 goles que hablan alto de toda una época feliz, dichosa, que han dado alas al Barsa como uno de los mejores equipos de la historia. Valga Víctor Valdés, valga Pedro, Iniesta y Xavi; valga Carles Puyol, y Gerard Piqué, y Alves y Eric Abidal. Valgan los 140 mil socios, y el pueblo culé entero, y el himno nuevo escrito por Joan Manuel Serrat. Y valga todo ese orgullo del anti franquismo y el idioma hablado bajito en las esquinas y en las casas cuando estaba prohibido. Valgan las victorias sobre el Real Madrid, valga todo lo que valga porque detrás de la saga de los 100 goles de Lionel Messi, el orgullo catalán flamea.

Lleva la pelota Abidal y de nuevo el centro. Messi llega, cómo hará para llegar siempre, y golea. Es el 101, y acaba de comenzar su saga hacia una nueva centena. ¿Qué será de la vida de Messi cuando llegue a 200, como será su rostro, su festejo, sus brazos levantados? ¿Quiénes serán sus compañeros, cómo será su risa de hombre adulto y veterano, mantendrá el Barsa la hegemonía sobre el Real Madrid?

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